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Cuando desperté pude sentir esta astilla clavada en el pulgar derecho. Puedo apostar que me la enterré cuando estaba arreglando la caja de arena de Robin, el gato de mi chica. No cabía duda: la inflamación era evidencia de que ya llevaba bastante tiempo bajo la piel, por lo menos desde la noche anterior. El asco que producía ver una bola en mi dedo me mantuvo inquieto toda la mañana, pero eso no era lo peor. Con tan sólo tocarla, sabía que ese pedacito de madera iba a acompañarme por el resto del día: el dolor que me provocaba era intenso y fui demasiado cobarde para quitármelo en calient

Luna, luna, de cabellos de plata, de diamante ojos y febril sonrisa. Luna, luna, de intención imprecisa, y, sin embargo, de belleza innata. Luna, luna, cuyo brillo relata del frío sentir de la suave brisa. Luna, luna, de mirada indecisa, cuenta destellos que el cielo desata. Luna, la desgracia es tu cruel figura para el necio que busca sacramento en la lejanía de tu hermosura. Luna, no es consuelo tu ofrecimiento para el que se encanta con tu blancura, es para el que muere en tu firmamento.

Geflüget Succubus II: La blasfema dicotomía del deseo ¿Por qué es que de mi te alejas, demonio? Mi sangre hiela en mis lúgubres venas ansiando el color de tortuosas penas: la pena en tus ojos, un cruel testimonio. Bebe, entonces, del maná de mi llanto y que tus caricias sean tormento, que lágrimas discurran en fluir lento y el palpitar de mi alma sea tu manto. Me alieno, súcubo, al hablar lascivo, al monólogo de tu sensualidad, y mis entrañas exigen piedad mas me reprimo frente a tu desdén altivo. ¡Fuera yo pintor de esencias y así retratar mis carenc

Schwarzlicht Succubus: El poema que nunca será Fuiste el triste lamento del adiós,   último desvelo de una obsesión. Sábete del oscuro ocaso, dios, y hoy, no más que sombra de la aflicción. Fuera cierto o no, mi cicatriz late a razón de tu banal intención. Cicatriz, de mi tormento, debate si es producto de tu seducción. ¡Quién puede librarse de tu mirada, la mirada de frívola ignición! Me entregué a tu promesa, amada... Mentira, no hay más que desolación. No soy yo el que vanagloria tu dicha, ni el juez de tu escrupulosa

Haiku I: Blanco Frio nací yo, nieve siempre he sido y nieve seré. Haiku II: Ausencia Reloj en mano, nebulosa paciencia. Horas caminan. Haiku III: Dioses No entiendo nada de sermones eternos. La luz me abruma. Haiku IV: Melancolía Canciones tristes retumban en el aire. Mar de soledad. Haiku V: Música Me he de drogar. Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si. Bello acorde soy.

Líbrame del pecado de mis labios pues en vida he dicho algo más profano. Bellas palabras escritas en vano: perdona, ¡oh musa!, mis malos agravios. De mi hábil mente creí los enlabios de su belleza, tesoro lejano. Mas vivo atado a un fin inhumano: tu esclavo de letras en desagravio. ¡Oh, dueña de mi espíritu flamante, guía mi perecedero trayecto a tu latente imagen apremiante! Interpretación del más vil aspecto. Eres todo mi mundo circundante, y apartarme de ti, el peor desperfecto.

Las heladas ventiscas delataban A las dadivosas lágrimas tenues; Lágrimas ocultas del fin perenne Bajo el abrigo de tu voz callaban. Sucedía que en el fondo del céfiro Reclamaban a la voz de un susurro, El resultado de un dolor impuro. Fervor etéreo; sentimiento sátiro. Soez naturaleza que te trajo, Llegando al reino de dríades muertas, Tiesas de frío, de nieve cubiertas. Viniste con una penuria en brazos. Hiciste del gran bosque tu morada, Llorándole a la vida tus desgracias. Tu pasado, la vida que llevabas Con tristeza, tu llanto contemplaba. Pérfidos fueron a ti los lamento